jueves, 14 de enero de 2016

Apellido de la Puente

Había una vez, en una aldea muy muy lejana, un campesino adorado por su pueblo. El campesino se llamaba Rubén pero todos le conocían como “Puente”. Sus grandiosas habilidades físicas y mentales eran excepcionales y casi todos los habitantes de su pueblo le respetaban por ello.
Además de trabajar arduamente en el campo Rubén se pasaba todo el día realizando favores a sus vecinos y conocidos. Se sabía de memoria cada uno de los rincones de sus tierras y se le había concedido un don increíble con los cultivos. Gracias a él, prácticamente toda la aldea tenía provisiones para sobrevivir a los duros inviernos.

Un día, volviendo del Mercado de las Semillas, situado a 200 kilómetros de su hogar, se encontró con campos devastados y habitantes tristes y empobrecidos. Le impactó que todos ellos estuviesen muy delgados e incluso mal nutridos. Siguiendo el impulso de su corazón, se presentó ante el Rey de aquellas tierras. Éste le explicó su problema con los cultivos; que, por más que intentaban plantar y cuidar el campo, apenas salía un hierbajo.
“Puente”, en un arrebato y con toda la compasión y la honradez por la que era conocido, decidió ayudar al pobre Rey con sus cultivos y se puso manos a la obra.
Una vez consiguió reunir todos los materiales mínimamente necesarios para realizar su labor se dispuso a llevarla a cabo. Comenzó a realizar su pequeño ritual que ya era tan inherente a su persona. Le pidió asilo al Rey; necesitaba un lugar en el que quedarse para ir observando el progreso de sus cultivos. Y, así, transcurrieron los meses hasta que el trabajo duro consiguió dar sus frutos. Por primera vez los aldeanos vieron algo de verde en sus campos. Las tierras que siempre habían estado tan secas recordaban a un mar de verdor floreciente bajo los dorados destellos del sol.
El Rey le hizo llamar y le propuso un acuerdo. Si los campos sobrevivían al invierno le otorgaría una grata recompensa. “Puente” frente a esta proposición no dudó ni un instante en aceptar. ¿Qué más podía desear? Pero el campesino se olvidaba de algo… Su aldea, sin su ayuda, tampoco sobreviviría al infernal invierno.

Al día siguiente se dio cuenta de que no tenía los materiales necesarios para culminar con su obra, por lo que le dijo al Rey que iba a volver a sus tierras para recogerlos.
Nada más llegar, todos los habitantes de su aldea fueron a su encuentro para exponerle los graves problemas que estaban sufriendo debido a su ausencia. “Puente”, sorprendido y horrorizado, se olvidó de los tesoros prometidos por el Rey y comenzó a arreglar la situación. Le comunicó a su Majestad, apenado por  no poder ayudarles, que no volvería con ellos ya que sus vecinos y amigos le necesitaban, pero, que si lo que había plantado seguía creciendo al ritmo al que había ido creciendo hasta ahora, podrían superar el invierno sin problemas.
Tardó varios meses en recuperar lo que había cosechado anteriormente es su aldea natal pero, finalmente, logró llegar a su objetivo y recolectar las incipientes decadencias en las que se encontraba su hogar.
Pasado el invierno, un mensajero llegó requiriendo la presencia de “Puente” frente al Rey que habitaba cerca del Mercado de las Semillas. El campesino, alarmado y asustado, se puso en lo peor; pensó que solamente el Rey y unos pocos habitantes permanecían con vida en la aldea que había dejado abandonada.


Cuando llegó allí se sorprendió gratamente. El mensajero no había dicho palabra durante todo el camino a la aldea, por eso sus constantes y crecientes preocupaciones. Sin embargo, al ver los campos más esplendidos de lo que los había dejado y a todos felices y agradeciéndole su labor de camino al castillo, refulgió de alegría. También el Rey le recibió con gratitud y diversos manjares. ¡Ese día estaba siendo tan espectacular! No podía más que finalizar con la otorgación de un título nobiliario que componía su nuevo apellido: DE LA PUENTE.

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