viernes, 15 de enero de 2016

Actividad voluntaria. Cuento folclórico.

Érase una vez, en un reino muy muy lejano vivía una familia humilde en mitad de un bosque encantado.

El padre, como cabeza de familia, luchaba por mantener a su mujer e hija queridas. Era fuerte, alto, esbelto, apuesto y tan moreno como el carbón. Trabajaba como leñador y pasaba la mayor parte del tiempo fuera de casa.

La madre, se dedicaba por entero a criar a su preciosa hija que había salido a su imagen y semejanza. Era rubia, de ojos claros como el cielo, hermosa y muy risueña. La quería tanto que no se podía separar de ella en ningún momento.

Un día la desgracia llamó a la puerta de esta sencilla familia. La pequeña, a la que llamaban Princesa, cayó enferma.

Harta de llorar la inminente muerte de su preciada hija, la madre tomó una decisión: iría a ver al brujo que decían que gobernada aquellos bosques y conseguiría salvar la vida de su hija a cualquier precio.

La madre, saliendo a escondidas de la casa para que su marido no notase su ausencia, ya que este odiaba todo lo relacionado con la brujería, huyó al bosque intentando encontrar al famoso brujo. Transcurrió una noche entera sin éxito alguno y, con los primeros destellos del alba, la madre, desconsolada, rompió a llorar. Justo en el instante en el que su primera lágrima rozó el suelo hubo una gran explosión de luz y de color. Cuando empezó a disiparse, la madre consiguió vislumbrar algo entre las sombras. Apareció un brujo, más hermoso que ningún otro hombre sobre la faz de la tierra, que dijo:

-                   - ¿Por qué osas molestarme con tu llanto desesperado?
-                   - Necesito ayuda urgente. – Le contestó la madre sin aliento.
-                  -  Cuéntame que te acontece y veré si mereces mi compasión. – respondió aburrido.

Rápidamente y entre sollozos le explicó su situación y el brujo, con desgana, le dijo que la ayudaría con una condición: la mujer tendría que dar su vida por la de su hija. Esta aceptó sin dudarlo pero antes de morir le pidió un último favor, que le entregara una carta a su hija cuando ya fuese adulta.

El brujo intrigado por ese acto de amor puro, fue hacia la casa de la humilde familia para ver quién era la persona a la que acababa de salvar. Y tal fue su sorpresa que se enamoró profundamente de la adorable niña.

Entre tanto, el padre, contento por la repentina recuperación de su hija estaba a su vez preocupado por la desaparición de su mujer. Pasaron días, meses, años, y ella seguía sin volver. El dolor que sentía era tan grande, que no pudo hacer otra cosa que pagarlo con su hija culpándola por todo.

Princesa, tras intentar ignorar los comentarios de su padre en numerosas ocasiones, dado que le quería mucho y no le guardaba ningún rencor, un día, cansada de sus abusos e insultos decidió marcharse. Se llevó consigo tres objetos de su madre que había encontrado por casualidad: unos pendientes tan brillantes como las estrellas, un colgante tan dorado como el sol y una pulsera tan plateada como la luna; y uno que pertenecía a su padre: un horroroso abrigo de leñador, para resguardarse del invernal frio del bosque.

Este abrigo la tapaba por completo, de los pies a la cabeza, y no se podía discernir si lo que había debajo era un humano, un animal o un monstruo. Y, así vestida, salió de casa, sin mirar atrás, con gran pesar en el corazón pero también con una pequeña llama de esperanza que le decía que encontraría a su madre y todo volvería a la normalidad.

Tras lo que a ella le parecieron siglos vagando entre las profundidades del bosque, desesperada, sin comida ni bebida, al borde de la rendición, llena de barro y desprendiendo un hedor nauseabundo, se topó, de repente, con una magnifica casa en mitad del páramo más alejado del bosque encantado. 

Totalmente sorprendida y de nuevo esperanzada, traspasó las vallas abiertas de par en par, que rodeaban la mansión, y se encaminó hacia la puerta. Llamó con timidez al principio pero, al no recibir respuesta, sus golpes fueron incrementando volumen. Cuando estaba a punto de desistir, las puertas se abrieron, como habían hecho las vallas con su llegada, y consiguió vislumbrar una entrada oscura aunque exquisitamente decorada y, al fondo, un pasillo negro como la noche. Princesa, inocente como era ella, lo recorrió en busca de ayuda y al final del mismo se encontró con un hombre, más hermoso que ningún otro hombre sobre la faz de la tierra, de ojos grises como la luna y pelo más negro que el carbón. Era tan perfecto que el simple contacto visual la intimidaba. Se quedó sin habla, observándole del mismo modo en el que él lo hacía, rodeados por un profundo silencio. Después de unos instantes él dijo:
-    ¿Quién eres y por qué osas irrumpir en mi propiedad?
-      No soy nadie –contestó ella con voz titubeante– pero necesito ayuda.
-      Mmm, no hace mucho una mujer también se presentó ante mi pidiendo ayuda. Empiezo a                   cansarme de vosotros, humanos. ¿No sabéis que no debéis perturbar a un poderoso brujo? –dijo           con enfado– Espera un momento –la miró con más atención– ¿Qué eres? Descúbrete para que              pueda verte.
-       No es necesario que conozcas mi rostro –dijo Princesa con miedo– No obstante, si me ayudas              y me acoges te compensaré, puedo pagarte, te lo garantizo.

El brujo, intrigado, accedió a ayudarla para descubrir que se escondía bajo ese abrigo putrefacto. Le dijo que aparte de lo que le fuese a pagar, tendría que trabajar en la cocina con sus demás sirvientes. 
Ese ser poco iba a poseer de valor, pensaba el brujo, sin embargo, cualquier ayuda sería bienvenida.

Así pasaron los días, las semanas, los meses, los años, y Princesa y el brujo comenzaron a verse diariamente. Vivía contenta en aquella mansión con los demás criados. Es cierto que tenía que realizar labores, y sin duda eran cansadas, pero no le costaba cumplirlas. Los momentos que pasaba con el brujo le hacían olvidar todo lo demás, eran lo mejor del día. Él se interesaba por ella. Le preguntaba cosas acerca de su vida y, aunque ella contestase siempre con evasivas, él nunca se cansaba de repetir una y otra vez las mismas preguntas. Los dos estaban encantados con la mutua compañía que se hacían y se olvidaron de sus preocupaciones.

Un día, Princesa, emocionada porque llegaba la hora en la que el brujo iba a verla, estaba recogiendo sus aposentos, cuando encontró las joyas de su madre y recordó el cometido que la había llevado hasta allí. Así pues, decidió que ese sería el día en el que hablaría con el brujo para ver si sabía algo acerca de su madre, dado que este era muy poderoso, y que le compensaría con las joyas, única cosa de valor que poseía.



Cuando el brujo llegó, ella intentó abordar el tema de manera disimulada. Comenzó preguntando por una mujer rubia, muy bella y muy buena que vivía también en el bosque encantado. El brujo contestaba a sus preguntas de manera seca y desganada, sin pensar siquiera en lo que estaba respondiendo. Había conocido a tanta gente a lo largo de su vida que intentar recordar a una mujer le parecía una pérdida de tiempo absoluta. Princesa pensó que sería conveniente darle las joyas en ese momento como aliciente porque, si no, no parecía que fuese a resolverle muchas dudas. Así fue como, en cuanto el maravilloso hombre las vio, se le descompuso la agradable expresión que siempre mantenía cuando hablaba con ella y empezó a alejarse.

La muchacha se quedó estupefacta por el cambio tan repentino de actitud. Intentó pararle, decirle que estaba desesperada, que necesitaba resolver el misterio que perseguía. Pero el hombre no escuchaba y no escuchó hasta que mencionó que esa mujer por la que preguntaba era su madre. En ese momento se quedó totalmente petrificado, se giró lentamente, le sostuvo la mirada desafiante y la alentó a continuar hablando.

Ella le contó su historia, su vida, los problemas que había tenido con su padre, el porqué de su huida. Le contó lo que sabía de su madre, que había desaparecido cuando ella había caído enferma de pequeña y el brujo supo perfectamente quién era ella. Supo quién era desde el momento en el que Princesa le había enseñado las joyas, las reconoció al instante. Y, también, supo que la quería y que esa curiosidad por descubrir sus orígenes simplemente había sido su instinto confirmándole lo que ya sospechaba.

A partir de ese momento el brujo se empezó a distanciar. Dejó de ir a verla y ella no entendía por qué. Los días pasaron y Princesa intentaba acercarse a él en los momentos en los que coincidían, que cada vez eran menos, pero el brujo la seguía evitando porque no podía soportar la idea de perderla. Si llegaba a descubrir que él fue el causante de la muerte de su madre no le perdonaría nunca, pero tampoco quería seguir mintiéndole.

Una vez que la situación se hizo insostenible el brujo, armándose de valor, decidió confesar la verdad. La mandó llamar y la llevó a sus habitaciones. Princesa se sentía confusa y a la vez asustada porque el brujo jamás la había llamado, siempre era él el que iba a buscarla, pero también se sentía aliviada porque al fin iba a pasar un rato a solas con él.

La muchacha, ya sentada en uno de los cómodos e impresionantes sillones, se dispuso a escuchar lo que tenía que decirle. El brujo parecía nervioso. Nunca le había visto así. Sin pronunciar palabra, el brujo saco de un cofre polvoriento un sobre que parecía tener muchos años y se lo entregó. Princesa no sabía que era pero manteniéndole la mirada lo cogió y abrió la carta. Dicha carta decía así:
               
                  Querida Princesa:

Posiblemente me hayas estado buscando durante mucho tiempo. Me fui sin previo aviso, desapareciendo de la noche a la mañana, y he escrito estas líneas para explicarte por qué. Como ya sabrás, siendo pequeña caíste muy enferma y tu padre y yo, desesperados, no sabíamos cómo solucionar esa situación. Pasaban los días y tú, mi pobre niña, no mejorabas. Dada nuestra situación económica tampoco pudimos permitirnos un médico. Al final no me quedó más remedio que salir, en contra de los deseos de tu padre, a buscar al temido brujo que gobierna los bosques en los que habitamos. Él me encontró cuando yo ya me había dado por vencida. Le expliqué lo que nos acontecía y me dijo que podría ayudarnos pero, a cambio, tuve que dar mi vida por la tuya. Te quiero tanto que no lo dudé ni por un instante y lo volvería a hacer una y otra vez. Es el brujo el que tiene esta carta porque le pedí que te la entregara cuando fueses lo suficientemente adulta como para entender mi decisión. No quiero que te entristezcas por mi muerte ya que siempre estaré a tu lado velando por ti. Tienes que continuar con tu vida y ser feliz. Espero que tú y tu padre estéis tan bien como os dejé. Cuida de él, es un buen hombre.
Te quiere y siempre te querrá
Tu madre

Atónita y con lágrimas en los ojos por lo que acababa de leer Princesa se puso en pie y se dirigió con paso firme a su habitación. No sabía qué pensar, no sabía cómo actuar ni cómo sentirse. Había resuelto por fin el misterio pero no con el resultado esperado. Por otra parte, el brujo la respetó y no la molestó durante los días siguientes, hasta que por fin ella salió de sus aposentos.

A la hora de la comida, ella, ya despojada del espantoso abrigo y hermosa como nunca, adornada con las joyas de su madre, le dijo que lo entendía. Le perdonaba. Era sangre por sangre, explicó él, no podría haber sido de otra forma.
Sin ningún miedo ni duda le declaró al brujo lo que sentía por él con tanta suerte que Princesa recibió la misma confesión. Su amor era correspondido desde hacía mucho tiempo.

Así pues, ambos, juntos y enamorados, se encaminaron a su antiguo hogar con el propósito de enseñarle la carta al padre de Princesa. Su padre al verla entrar por la puerta se echó a llorar de alegría porque pensaba que la había perdido a ella también. Una vez leída la carta le dijo que sentía como se había comportado y que por favor no le volviese a abandonar. No podría volver a soportarlo. Y así, los tres juntos, vivieron felices en la mansión del brujo por siempre jamás. 

Toda clase de pieles (Corrección)

El gran caballero

Hace muchos, muchos años, en un pueblo lejano, vivía un campesino, hijo de un herrero, que deseaba ser caballero para poder ayudar a su padre ya que vivían en la suma pobreza. Como sus recursos no se lo permitían pasaba los días pensando e imaginando cómo lo conseguiría.

Su padre, apenado por ver a su hijo tan decaído, decidió otorgarle lo más valioso que poseía para que éste pudiera venderlos y así poder, de alguna manera, labrarse un futuro mejor que el suyo. Así que le dio una llave maestra capaz de abrir cualquier puerta, una herradura de la suerte y un arco con varias flechas.

El hijo, en vez de vender los objetos que su padre le había cedido, decidió partir en busca de su deseo, convertirse en un caballero.
Después de varios preparando su viaje, partió hacia el reino de Leynad, donde estaba seguro que le harían caballero.

Tras lo que a él le parecieron semanas caminando por el bosque, por fin llegó al reino. Allí se encontró con una gigantesca muralla que lo rodeaba. Llamó a todas las puertas pero en ninguna le quisieron abrir al ver su aspecto humilde. Decidió esperar a que cayera la noche. Una vez que hubo oscurecido, utilizó la llave que le había dado su padre y se coló sin que nadie le viera por una pequeña puerta de la gran muralla.

Se resguardó en los establos, escondido entre los caballos para que no pudieran verle. Allí escuchó a un caballo gemir de dolor ya que una de sus herraduras se había roto. Al verlo, el chico le puso la herradura de la suerte que llevaba consigo. Le resultó muy sencillo porque había visto a su padre hacerlo miles de veces. Desde ese momento, el caballo y él se hicieron amigos inseparables.

Al día siguiente, el Rey anunció un premio de mil monedas de oro para el valiente que consiguiera matar al gran oso negro de las montañas, que arrasaba las cosechas de los campesinos y mataba a sus animales.

Todos los caballeros partieron en su búsqueda a lomos de sus caballos y justo detrás de ellos salió el chico, montando en su fiel jamelgo.

Después de dar varias vueltas por el bosque, en la entrada de una oscura y tenebrosa cueva, vio al gran oso negro. Tenía unas garras tan afiladas como sus colmillos, capaces de desgarrar y matar en una milésima de segundo. Un pelaje tan abundante y enredado que casi era imposible ser atravesado por una espada y unos ojos penetrantes que te hacían revolverte en el sitio.
El oso estaba a punto de matar a un caballero que luchaba en vano con su espada. En ese instante, utilizando el muchacho el arco de su padre, disparó una única flecha que atravesó el corazón del oso y acabó con su vida.

Al volver al reino, el caballero, agradecido de haber sido salvado gracias al misterioso chico, le contó al Rey su increíble y desinteresada hazaña. El Rey, impresionado por la historia, le dio a elegir al joven entre las mil monedas de oro o la mano de su hija la princesa.
Cuando la vio, se enamoró de ella y sin pensárselo dos veces, supo lo que elegir.

Más adelante, el muchacho se convirtió en caballero y se hizo famoso en todo el reino por sus continuas e innumerables hazañas.

Lo que he cambiado

-                      La familia no será perteneciente a la casa real si no que son una familia sencilla que viven en un pueblo lejano.
-                    No se cubre con un abrigo. 
-                     El protagonista es un hombre.
-           La inexistencia de la madre en la historia. 
                     

Lo que he mantenido

-          Los objetos se los da el padre.
-          La huida del muchacho para conseguir lo que quiere.
-                    Final feliz para el muchacho convirtiéndose en caballero.
-          El esqueleto de la historia original.
-          El uso de los objetos que le otorga el padre al joven. 


He querido adaptar este cuento para niños de tercero y cuarto, dada su corta extensión y fácil entendimiento, para que comprendan que no pasa nada por no tener las dos figuras paternas en la unidad familiar, dejando de lado el tema del incesto ya que puede ser complicado de entender por niños pequeños.


jueves, 14 de enero de 2016

Creación literaria

VERSO  -  LA MADRE LETRA 



 



















Creación Literaria

VERSO

He realizado este tipo de verso para los alumnos de sexto de primaria  a través de la estrategia de “El conjuro”, porque a mi entender, serán los que mejor lo comprendan.

                Si aprobar es tu objetivo,
                este hechizo te resultará adictivo.
                Un lápiz deberás de coger,
                y no soltarlo podrás hacer.
                Enchufando el cargador al ordenador,
                no dejando la silla del salón.
                Al Dr. Google tendrás que acudir,
                sin que la información te llegue a aturdir.
                Una vez sereno y con resúmenes en mano,
                el diez tendrás y no habrá sido en vano.

DRAMÁTICO

Para realizar un texto literario dramático me he basado en la estrategia “Cadáveres exquisitos”. Este va dirigido a alumnos desde tercero de primaria hasta sexto. No solo lo entenderán mejor sino que pueden salir historias bastante originales.

CRISTINA: ¿Qué te parece si vamos al cine?
PABLO: Pues a las doce no puede ser, ¿antes cómo lo ves?
CRISTINA: Me tengo que ir a comprar cartulinas al chino
PABLO: Entonces si quieres quedamos otro día
CRISTINA: ¿Quieres un trozo de mi bocadillo de jamón?
PABLO: ¡No me cuentes historias para no dormir!
CRISTINA: ¡Pero...! ¿Cómo me dices eso? ¡Me voy de aquí!
PABLO: Mañana podríamos ir a patinar sobre hielo
CRISTINA: ¿Vienes o no? Yo me voy ya que estoy cansada… ¡Adiós!

PROSA

Para escribir el texto en prosa he utilizado la estrategia de “La letra madre”. Es ideal para el curso de primero de primaria ya que están en proceso de asimilar las formas de las letras. He intentado crear frases con preguntas y respuestas que tengan sentido en las cuales tiene que aparecer la letra “P”.

-Papá, ¿Podemos pasar por Pozuelo?
-Por poder, podemos. Pero pasaremos pronto para poder aprovecharlo.
-Compraré patatas, palomitas, pañuelos para limpiarnos…
-Preferiría poder aplazarlo para acampar.
-Pues para acampar pondremos camping-gas.
-¡Plan perfecto!


Apellido de la Puente

Había una vez, en una aldea muy muy lejana, un campesino adorado por su pueblo. El campesino se llamaba Rubén pero todos le conocían como “Puente”. Sus grandiosas habilidades físicas y mentales eran excepcionales y casi todos los habitantes de su pueblo le respetaban por ello.
Además de trabajar arduamente en el campo Rubén se pasaba todo el día realizando favores a sus vecinos y conocidos. Se sabía de memoria cada uno de los rincones de sus tierras y se le había concedido un don increíble con los cultivos. Gracias a él, prácticamente toda la aldea tenía provisiones para sobrevivir a los duros inviernos.

Un día, volviendo del Mercado de las Semillas, situado a 200 kilómetros de su hogar, se encontró con campos devastados y habitantes tristes y empobrecidos. Le impactó que todos ellos estuviesen muy delgados e incluso mal nutridos. Siguiendo el impulso de su corazón, se presentó ante el Rey de aquellas tierras. Éste le explicó su problema con los cultivos; que, por más que intentaban plantar y cuidar el campo, apenas salía un hierbajo.
“Puente”, en un arrebato y con toda la compasión y la honradez por la que era conocido, decidió ayudar al pobre Rey con sus cultivos y se puso manos a la obra.
Una vez consiguió reunir todos los materiales mínimamente necesarios para realizar su labor se dispuso a llevarla a cabo. Comenzó a realizar su pequeño ritual que ya era tan inherente a su persona. Le pidió asilo al Rey; necesitaba un lugar en el que quedarse para ir observando el progreso de sus cultivos. Y, así, transcurrieron los meses hasta que el trabajo duro consiguió dar sus frutos. Por primera vez los aldeanos vieron algo de verde en sus campos. Las tierras que siempre habían estado tan secas recordaban a un mar de verdor floreciente bajo los dorados destellos del sol.
El Rey le hizo llamar y le propuso un acuerdo. Si los campos sobrevivían al invierno le otorgaría una grata recompensa. “Puente” frente a esta proposición no dudó ni un instante en aceptar. ¿Qué más podía desear? Pero el campesino se olvidaba de algo… Su aldea, sin su ayuda, tampoco sobreviviría al infernal invierno.

Al día siguiente se dio cuenta de que no tenía los materiales necesarios para culminar con su obra, por lo que le dijo al Rey que iba a volver a sus tierras para recogerlos.
Nada más llegar, todos los habitantes de su aldea fueron a su encuentro para exponerle los graves problemas que estaban sufriendo debido a su ausencia. “Puente”, sorprendido y horrorizado, se olvidó de los tesoros prometidos por el Rey y comenzó a arreglar la situación. Le comunicó a su Majestad, apenado por  no poder ayudarles, que no volvería con ellos ya que sus vecinos y amigos le necesitaban, pero, que si lo que había plantado seguía creciendo al ritmo al que había ido creciendo hasta ahora, podrían superar el invierno sin problemas.
Tardó varios meses en recuperar lo que había cosechado anteriormente es su aldea natal pero, finalmente, logró llegar a su objetivo y recolectar las incipientes decadencias en las que se encontraba su hogar.
Pasado el invierno, un mensajero llegó requiriendo la presencia de “Puente” frente al Rey que habitaba cerca del Mercado de las Semillas. El campesino, alarmado y asustado, se puso en lo peor; pensó que solamente el Rey y unos pocos habitantes permanecían con vida en la aldea que había dejado abandonada.


Cuando llegó allí se sorprendió gratamente. El mensajero no había dicho palabra durante todo el camino a la aldea, por eso sus constantes y crecientes preocupaciones. Sin embargo, al ver los campos más esplendidos de lo que los había dejado y a todos felices y agradeciéndole su labor de camino al castillo, refulgió de alegría. También el Rey le recibió con gratitud y diversos manjares. ¡Ese día estaba siendo tan espectacular! No podía más que finalizar con la otorgación de un título nobiliario que componía su nuevo apellido: DE LA PUENTE.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Biografía de L. Fante

Biografía

Nombre completo: Luis Fante
Nacimiento: 16 de Febrero de 1899, Villanueva del Trabuco, Sevilla, España.
Fallecimiento: Nadie ha avisado de su muerte. En espera

Luis Fante, conocido como L. Fante fue principalmente y finalmente adiestrador en un circo de ratones desde 1913 hasta 1912, si bien desde 1915 no ejerció su profesión, primero porque le acongojaban los ratones y segundo porque se los comía de vez en cuando.

Por nacimiento, fue realmente pequeño. Desde joven mostró signos de pasión por los petit-suise y las pizzas barbacoa, no inventadas aun en aquella época, ergo los comía en secreto.

El 16 de febrero de 1917 cumplió años.

En 1920 contrajo matrimonio con Ana Vestruz, conocida como Ana, "la pájara". No tuvieron hijos aunque su descendencia juraba que sí.

1922 fue un año trágico para L. Fante porque se perdió un día dando una vuelta por su vecindario. No fue encontrado hasta dos horas y cuarenta y cinco minutos más tarde. Esto le marcaría de por vida.

El lenguaje de L. Fante es claro y nítido al igual que yemo y dínito. Se descubrió su disléxia un día de primavera.

En 1930 le entró complejo de oso y se puso a hibernar. Cada 15 años sale de su cueva para alimentarse de ratones.
Está en paradero desconocido.

Reflexión

Esta actividad fue realizada en clase. La profesora nos cedió 30 minutos para poder inventarnos una biografía y todos sentimos una presión instantánea, no solo porque no teníamos claro que poner, sino porque tampoco sabíamos muy bien cómo hacer una biografía.

Gracias a esta actividad entendimos la presión que sienten nuestros alumnos al mandar una tarea para ser entregada en esa misma clase. Muchos alumnos se pueden bloquear y no realizar la tarea tan bien como si la hicieran en sus casas sin la presión de clase.

Para hacer un ejercicio así, primero se les debe de haber explicado cómo se trabaja la escritura literaria e incluso haber realizado ejercicios sobre ello para que así, puedan defenderse mejor en este ámbito.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Animación a la lectura







Ficha bibliográfica

Título: “Querido hijo: estamos en huelga”
Autor: Jordi Sierra i Fabra
Ilustradora: Ximena Maier
Editorial: Alfaguara Infantil
Fecha de la primera edición: 2012
Edad en la que me baso: 10-11 años







El libro que he escogido ha sido uno que he encontrado en la biblioteca de aula de una clase de 5º y 6º de primaria en el colegio donde estoy haciendo las prácticas. Me llamó mucho la atención el título y me puse a leerlo. No es muy extenso, tiene 136 páginas y es de tapa blanda. Es un libro perfectamente adecuado para los dos últimos cursos de primaria.

El tono de ironía y las grandes dosis de humor que aparecen en esta novela les acerca a los alumnos a la realidad que pueden estar viviendo o que vivirán dentro de pocos años. Se darán cuenta de cómo, en casi todas las situaciones en las que se verán inmersos, deben reflexionar sobre cómo han actuado, ya que el comportamiento va a afectar a las personas que conviven con ellos.

Durante la lectura trabajaremos actividades que les hagan reflexionar, juzgar los comportamientos del protagonista pero sobre todo, a buscar soluciones.


Síntesis

Es la historia de un niño de 10 años llamado Felipe que resulta que sus padres hacen todo: le tiran la ropa sucia a la lavadora, le hacen la cama, le dejan jugar muchas horas a la consola... y con todo eso, él se comporta mal bajando las escaleras muy rápido llevándose a toda la gente por delante y sin pedir perdón, suspende dos asignaturas... Sus padres, hartos de todo lo que hace, se han puesto en huelga y han decidido que va a hacer todo él solo, y si no fuera poco, le cuentan a todos los padres de sus amigos que están en huelga y ellos hacen lo mismo con sus hijos. Felipe tiene que ingeniárselas para llegar a un acuerdo con sus padres para mejorar esa situación.


Actividades de antes de la lectura

Llamaremos la atención de los alumnos respecto al impactante título de la novela que van a leer y les pediremos que describan la ilustración de la cubierta; es importante asegurarse que reparan en la escena familiar en la que un chico sorprende a su padre jugando con la consola en el salón de la casa, mientras la madre lee cómodamente sentada y en el suelo hay cajas con restos de pizza, vasos de refrescos...
¿Qué estará pasando en esa casa?
¿Por qué estarán de huelga los padres?
¿Qué sucede en la ilustración?
¿Quiénes son los personajes?
¿Qué está haciendo cada uno?
Los alumnos hojearán el libro y observarán el resto de ilustraciones. Luego formularemos preguntas que sirvan para realizar anticipaciones sobre el libro que vamos a leer:
¿Qué significa la palabra huelga?
¿De qué puede tratar una novela con ese título?
¿Qué relación hay entre el título de la novela y la ilustración de la cubierta?
¿Por qué los padres harían una huelga?


Actividades durante la lectura

Dividiremos la clase en dos grupos. Uno será el equipo azul y otro el equipo rojo. Se les explicará que cada uno de ellos, individualmente, tendrá que hacer preguntas acerca de los capítulos del libro que se haya mandado leer. Cada alumno traerá tres o cuatro preguntas que meterán en la bolsita del color contrario.

El equipo de color rojo tendrá que responder a las preguntas que han hecho los del equipo azul y viceversa.

El libro de dividirá en cuatro partes. Cada semana habrá una sesión para ir respondiendo a las preguntas de las bolsitas.

El equipo que más preguntas haya acertado y explicado con claridad ganará un positivo en la sesión de esa semana.

En las sesiones también trabajaremos con la identificación de los personajes, en este caso con Felipe, el hijo. Pediremos a los alumnos que piensen en alguna de las escenas del libro que hayan leído esa semana y se imaginen como si fueran ellos el protagonista. Se les pedirá que expliquen ellos como hubieran reaccionado ante esa situación, cómo se hubieran sentido y que hubieran hecho para solucionar ese problema.

Actividades después de la lectura

Una vez terminado el libro, se les pedirá a los alumnos que creen un cómic eligiendo uno o dos capítulos que más les hayan gustado para hacerlo. Se les pedirá que resuman dichos capítulos en cinco o seis frases que sinteticen los momentos clave de los mismos. A continuación, se les recordará a los alumnos las características de los cómics (organización en viñetas; los globos para los diálogos, los pensamientos, los sueños; los recuadros para el narrador; el uso de onomatopeyas…) Y les pedimos que conviertan en un tebeo el capítulo o capítulos que han elegido. Para finalizar, podemos exponer los tebeos en la clase siguiendo el orden de la historia. Si falta ilustrar algún capítulo, pedimos que lo completen.

Se les dará a los alumnos cinco escenas de la novela que estén desordenadas. Deberán numerarlas del 1 al 5, según suceden en la historia. Luego, se les pedirá que observen y que escriban debajo lo que está sucediendo en cada escena. Para ello deberán utilizar conectores temporales como después, luego, finalmente...

Mientras buscaban una solución a la huelga de sus padres, Felipe y Ángel encontraron en Internet información sobre una Convención Internacional sobre los Derechos del Niño. Algo de eso ya habían estudiado en la escuela.
Trabajaremos ahora sobre los Derechos del Niño incluidos en la Declaración de las Naciones Unidas.
•  Para comenzar, pediremos a los alumnos que busquen información general sobre la Convención y la Declaración de los Derechos del Niño: ¿cuándo se firmaron?, ¿qué organismo las propuso?, ¿qué países ratificaron el acuerdo y cuáles no?, etc.
 •  Luego, se dividirá la clase en diez grupos y se adjudicará a cada uno, uno de los diez Derechos del Niño incluidos en la Declaración.
•  Cada grupo presentará su trabajo y luego entre todos armarán una exposición sobre el tema.
•  Finalmente, debatiremos en clase sobre la Convención. Partiremos de las siguientes preguntas:
¿Es importante que existan leyes internacionales sobre los Derechos del Niño?
¿Por qué?
¿Se cumplen en todo el mundo estos derechos?
¿Por qué algunos países no han querido firmar los acuerdos?
¿Qué puede aportar cada uno, desde su lugar, para que se respeten los Derechos del Niño?
 ¿Agregarías algún derecho más a la Convención?

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